Resulta que para el desarrollo de nuestro cerebro es más favorable la primera opción.

Aprender un idioma activa una zona del cerebro que hasta entonces estaba sin usar. Al perfeccionarlo esta zona se incrementa. Con cada nuevo idioma que aprendamos, se activan más zonas del cerebro.

En consecuencia, aprender idiomas favorece la capacidad de desarrollar varias tareas a la vez, mejora la memoria y optimiza la atención. Y además, no os lo perdáis, se traduce en el incremento de volumen del cerebro, la materia gris en concreto.

 

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